Kurt Vonnegut "Desayuno de campeones"

Libro Desayuno de campeones
"Los monstruos que nombraré no dormian nunca. Vivían en nuestra cabeza. Hablo de esa arbitraria obsesión por el oro y, Dios nos libre, por un atisbo de la ropa interior femenina. Agradezco que esas obsesiones fueran tan absurdas, pues nos enseñaron que era posible que un ser humano creyera cualquier cosa, y que se comportara apasionadamente en concordancia con esa creencia, con cualquier creencia."

"Yo no tenia el menor respeto por la obra creativa del pintor y la novelista. Pensaba que Karabekian, con sus pinturas sin sentido, se había confabulado con los millonarios para que los pobres se sintieran estúpidos. Pensaba que Beatrice Keedsler se había aliado con otros narradores anticuados para hacer que la gente creyera que la vida tenía personajes protagónicos, personajes secundarios, detalles significativos, detalles insignificantes, que tenían lecciones que merecían ser aprendidas, pruebas que se debían superar y principio, medio y fin."

"Por cierto, la novela en cuestión se llamaba La coneja inteligente. El personaje principal era un conejo que vivía como los demás conejos, pero tenía un cerebro como el de Albert Einstein o el de William Shakespeare. Era un conejito hembra. De todas las novelas y relatos cortos de Kilgore Trout éste era el único personaje principal que pertenecía al sexo femenino. Llevaba la vida normal de un conejo hembra, a pesar de su enorme cerebro. Y hasta había llegado a pensar que su mente no servía para nada, que era una especie de tumor sin ninguna utilidad. Así que se fue pin-pan, pin-pan, pin-pan a la ciudad para que le extirpasen el tumor. Pero antes de llegar allí un cazador que se llamaba Dudley Farrow la mató de un escopetazo. Farrow la desolló y le sacó las tripas, pero su mujer, Grace, y él decidieron no comérsela porque tenía una cabeza demasiado grande y pensaron lo mismo que había pensado la conejita cuando estaba viva: que debía de estar enferma.
Etcétera."

"Eddie Key sabía tanto sobre sus antepasados porque la parte negra de su familia había hecho lo que tantas familias africanas siguen haciendo hoy en día en África, que es contar con un miembro de cada generación cuya obligación consiste en saberse de memoria la historia de la familia. Eddie Key había empezado a almacenar en su mente los nombres y los hechos de sus antepasados, tanto por parte de madre como por parte de padre, cuando sólo contaba con seis años de edad. Mientras estaba sentado en la parte delantera del vehículo para emergencias mirando a través del parabrisas tuvo la sensación de que él mismo era un vehículo y de que sus ojos eran parabrisas a través de los que sus antepasados podían mirar si así lo deseaban. Francis Scott Key era solamente uno de los miles de sus antepasados. Para el caso improbable de que quisiera echar una ojeada para ver en qué se habían convertido los Estados Unidos de América, Eddie dirigió la mirada a la bandera americana que llevaba pegada en el parabrisas y dijo lo siguiente en voz muy baja: «Todavía flamea, viejo». La familiaridad que había adquirido Eddie Key con el conjunto de sus antepasados hacía que su vida fuera mucho más interesante que la de Dwayne, por ejemplo, o que la mía o que la de Kilgore Trout o que la de casi todos los blancos de Midland City de aquel momento. Ninguno de nosotros tenía la sensación de que alguien pudiera servirse de nuestros ojos o nuestras manos. Ni siquiera sabíamos quiénes habían sido nuestros bisabuelos. Eddie Key se mantenía a flote en un río de seres que fluían de allá para acá a través del tiempo. Dwayne, Trout y yo éramos simples guijarros del río."

"Estoy de acuerdo con Kilgore Trout sobre la concepción de las novelas y sobre eso de acumular detalles intrascendentes. En la novela de Trout "El banco de memoria pangaláctíco" el protagonista se encuentra en una nave espacial de 200 millas de largo por 62 millas de diámetro. Va a la biblioteca pública de su barrio y pide en préstamo una novela realista, lee 60 páginas y, luego, la devuelve. La bibliotecaria le pregunta porqué no le ha gustado y él le contesta: «Ya conozco a los seres humanos.»
Etcétera."

Fragmentos de "Desayuno de campeones" Kurt Vonnegut 1973

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