"Cómo funciona la música" David Byrne

Libro de David Byrne
Byrne analiza el uso de la tecnología en la música y cómo esta ha cambiado nuestra manera de escuchar y de entender lo que es la música. Es un libro divulgativo, literario y documentado. Combina apasionantes nociones sobre la historia de la tecnología musical, anécdotas autobiográficas sobre su etapa en Talking Heads, un repaso a las corrientes musicales del siglo XX y un interesante análisis sobre el presente y el futuro de la industria musical. David Byrne muestra cómo la música ha sido siempre resultado de circunstancias culturales y de la creatividad individual.



Fragmentos de "Cómo funciona la música" 

"...La poesía cuesta venderla, pero si le añades ritmo se convierte en rap, que es tremendamente comercial. De acuerdo, no es exactamente Io mismo, pero ya me entendéis. Una vez fui a ver una pieza teatral con mucha música incorporada; como obra teatral fue un poco un fracaso, pero le dije al productor : «Si la presentas como un concierto escenificado creativamente será un éxito increíble». No es que podamos mover la música, las artes visuales, la danza o el spoken word como piezas en una partida de Tetris, para que cada forma de arte encaje en su lugar perfecto, pero sin duda cierto malabarismo de contextos puede funcionar. También me di cuenta de que había numerosas formas teatrales no reconocidas, pero practicadas en muchas partes. La vida está llena de performances tan entreveradas en nuestra cotidianidad, que su aspecto artificial y teatral se ha hecho invisible. Las presentaciones en Power Point son una especie de teatro, una especie de monólogo cómico aumentado..."

"...Mis ingresos por varios años de reproducciones en stream de una canción de éxito subía a cerca de 490 dólares. Tratad de vivir de esto, artistas españoles. Mientras tanto, Spotify ha pagado «anticipos» a sellos discográficos de Estados Unidos por unos noventa millones de dólares, lo cual alienta a los sellos a permitir que Spotify tenga acceso a sus catálogos. De hecho, Spotify es en parte propiedad de algunos de esos sellos discográficos, así que ¡se están pagando anticipos a ellos mismos! Esos anticipos no eran compartidos con los artistas, se los embolsaban los sellos. La primera vez que oí hablar de un servicio que te permitía escuchar instantáneamente cualquier disco que quisieras, pensé: «¿Por qué nadie iba a comprar un disco nunca más?». Por supuesto, la música que escuchas en estos servicios no te pertenece: no puedes pasarles las canciones a tus hijos, y cuando dejes de pagar, o si Spotify quiebra, acabas no teniendo nada. Has estado alquilando, no comprando, las grabaciones. De alguna forma parece encantador e ideal que nos estemos moviendo hacia un mundo en el que no somos dueños de nada. Sin posesiones, tal como John Lennon imaginó. Internet como utopía marxista. Pero el hecho es que alguien —alguna gran corporación, probablemente— es el propietario, o por lo menos gana dinero con ello, de lo que podrías considerar que es tu cultura. Y dado que estás alquilando la obra, no comprándola, te la pueden quitar. Ellos acaban teniendo tu dinero y tú acabas no teniendo nada. Kindle eBooks de Amazon hizo exactamente esto. Es sabido que retiraron ejemplares de 1984 que habían vendido por error. Simplemente, el libro se esfumó de los aparatos de la gente. Yo tenía un eBook de Jay-Z con extras, y un día todos los extras de vídeo desaparecieron sin explicación. ¡Yo había pagado por ellos! Cuando haces clic en «Acepto» al configurar tu cuenta, estás dejando entrar al Gran Hermano en tu casa. iTunes, que ganó 8500 millones de dólares en 2012, funciona con las mismas reglas. Los consumidores pagan por el derecho de uso de la música que compran, de manera que Apple puede de hecho, si quiere, borrar de tu disco duro todas las canciones que compraste en iTunes. Hasta el momento, por suerte, no ha querido. Pero ¿no debería haber leyes y contabilidad diferentes para tal transacción, para el consumidor y el artista?..."

"...Así que empiezo improvisando una melodía sobre la música. Hago esto cantando sílabas sin sentido, pero con una pasión extrañamente inadecuada, puesto que no estoy diciendo nada. Una vez que tengo una melodía sin palabras y un arreglo de voz que a mis colaboradores (si los hay) y a mí nos gusten, me pongo a transcribir ese galimatías como si tuviera palabras de verdad. Escucharé con atención las incoherentes vocales y consonantes de la grabación y trataré de entender lo que ese tipo (yo), exteriorizando sentimientos de manera tan enérgica pero indescifrable, está diciendo realmente. Es como un ejercicio forense. Seguiré el sonido de las incongruentes sílabas tan de cerca como pueda. Si en ese galimatías una frase melódica termina en un sonido agudo de oooh, transcribiré esto, y al elegir palabras reales buscaré una que acabe con esa sílaba o todo lo cerca que me sea posible. Entonces, el proceso de transcripción suele terminar en una página de palabras de verdad, aún bastante al azar, que suenan justo igual que el galimatías..."

"... La actitud "me importa una mierda" del aficionado es otra valiosa materia prima. El cineasta español Fernando Trueba afirma que gran parte de las mejores películas de muchos directores son las que se hicieron con mayor despreocupación. En esas películas, dice él, hay más alma que en otras  en que los mismos directores se propusieron crear su obra maestra. "El amateurismo", o por lo menos la falta de pretensión asociada a él, puede ser liberador..."

"...Creían que democratizar el arte significaba conseguir que a todo el mundo le gustaran las cosas que les gustaban a ellos. Significaba hacer saber a todo el mundo que allí, en sus museos, estaba lo bueno, lo importante, lo coronado por un aura mísica (...) El anuncio no habla de aprender a tocar para disfrutar o expresarte; habla lisa y llanamente de aprender a valorar mucho más a los clásicos que a cualquier música que puedas hacer con tus patéticos amigos (...) El efecto, sin embargo, es el mismo: hacerte sentir inquieto e inseguro sobre lo que conoces y te gusta, y enseñarte cómo corregir la situación..." 

"...Financiar instituciones bien establecidas que programan música de "calidad" no es solo una búsqueda de posición social; es también una manera de mantener fuera del templo muchas formas de música o arte, y de desalentar el "amateurismo" en general. Hazlitt escribió: "El arte profesional constituye una contradicción en sus términos (...) El arte es genio, y el genio no puede pertenecer a una profesión" (...) Según esta lógica, la financiación estaba, en un sentido, condenada por paradojas: la instrucción, la educación y el fomento de artistas profesionales solo apoyaría a los artistas equivocados..."

".. Tom Zé, propone una teoría en la que, en una extraña concesión a Adorno, los trabajadores son (pobremente) "manufacturados" por el sistema: en otras palabras, el proyecto capitalista apunta a crear eslabones en la cadena. Pero Zé dice que nuestra manufacturación es defectuosa y que nuestras peculiaridades y nuestra humanidad innata nos convierte, de hecho, en mercancía defectuosa. Nunca funcionaremos de la manera para la cual fuimos diseñados; nuestra humanidad es nuestro defecto salvador. De alguna forma está diciendo que aunque Adorno podía tener razón en cuanto a las intenciones del sistema, se equivoca respecto a cómo se desarrollan realmente las cosas, Zé y sus música prueban que siempre le daremos por el culo al sistema de las maneras más bonitas e inesperadas..."

"Todo esto me recuerda el reciente auge de la cultura "maker": Etsy y una multitud de otras populares compañias y ferias de todo el mundo que promueven la creación aficionado. Hay un movimiento cada vez mayor, un verdadero giro que no solo rechaza la absorción pasiva de la cultura, sino también la idea de arte y música como mero vehículo para expresar conceptos."


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