"Improvisación libre. El gran juego de la deriva sonora" Josep Lluís Galiana
¿Cómo se llega a la improvisación libre? ¿Cuáles son los elementos que la identifican y la diferencian de la composición escrita? ¿Se puede analizar una improvisación libre? ¿Cómo se aprende a improvisar libremente? ¿De qué forma se enfrenta el oyente a esta manifestación artística? ¿Qué papel juega el espacio y el público para un improvisador libre? y ¿qué lugar ocupa el silencio en el proceso creativo que activa la improvisación? Agustí Fernández dijo: “El relato de Galiana es ágil, cercano y en ocasiones imprevisible al igual que una improvisación musical. Como una auténtica deriva discursiva, el proceso literario es sorpresivo e inconcluso, sin principios ni finales; interactivo, porque incita al debate y al diálogo, y eminentemente participativo, puesto que recoge el testimonio y las experiencias de otros improvisadores y músicos, provocando la reflexión entre los lectores. En definitiva, se trata de un texto que deja abiertas puertas y ventanas a posibles y futuras reflexiones, y a seguir derivando improvisadamente por esta emocionante forma de hacer y escuchar música”.
Fragmentos de "Improvisación libre. El gran juego de la deriva sonora"
"...De todo lo anterior se puede concluir que la improvisación libre precisa una escucha creativa y global, íntima y desinhibida, intuitiva e imprevisible, como el proceso sonoro que intenta aprehenden Se trata de una escucha liberadora y no sujeta al pensamiento estructural, condicionada por siglos de cultura y referencias musicales. Como la creación sonora que emana de una improvisación libre, la escucha debe fluir horizontalmente, de forma rizomática, atenta a su discurrir azaroso, dejándose sorprender y desprendiéndose en lo posible de cualquier condicionamiento generado por escuchas o hábitos auditivos anteriores. En este sentido, Pierre Schaeffer propuso una "escucha reducida" de los sonidos musicales considerados como "objetos sonoros" y pasar por la prueba de la epoché. Esta propuesta del teórico francés procede del padre de la fenomenología, Edmund Husserl (1859-1938), y de su teoría sobre el conocimiento de las esencias de las cosas, solo posible eliminando todos los prejuicios respecto de la existencia del mundo exterior. A este procedimiento lo llamó époché, "puesta entre paréntesis", "sorpresa", a través de una "reducción fenomenológica". Esta parentetización de lo que se supone como ya conocido posibilitaría llegar a las esencias de las cosas, en este caso, de los objetos sonoros..."
"Si improvisar es buscar, a fuerza de cortes, lo que nos pertenece, no como propiedad sino como singularidad, y si es necesario para eso pasar por el instrumento, los años de práctica y de proximidad con este instrumento hacen que sea necesario tragarlo, hacerle entrar en uno mismo y que no haya más distancia ni desconfianza hacia él. Decimos que trabajamos el instrumento. Es sin duda una metonimia, vehículo de un pudor que nos impide afirmar que trabajamos sobre nosotros. Que nos trabajamos por el sesgo de una herramienta que creemos compleja porque no sabemos nada de nosotros. El instrumento es una metáfora de uno mismo. Y cada estudio, cada ejercicio, es el esbozo de una posibilidad de serlo. Simplemente, no hay que confundir la metáfora con la vida, considerar toda victoria instrumental como una victoria total sobre uno mismo, creer que el ejercicio posee reglas que son también indicaciones sociales. No, el instrumento solo es una oportunidad de pasar de una dificultad de ser a la exploración de un espacio en el interior de uno mismo, allí donde pueden unificarse el cuerpo y el espíritu. Simplemente eso". Lê Quan Ninh 2002.
"...También Lê Quan Ninh habla de "celebrar lo efímero en su ignorancia" de "acto poético", de "compartir un territorio puntual anunciado como por una memoria del futuro. Es no escribir lo que ya está escrito". Para el improvisador nacido en París: El trabajo de la improvisación es más restar que adquirir, es más intentar otear los obstáculos de la palabra que aprender a dominar técnicas. Es el envite de borrarse, de ser nuevo en la vejez, de dejar conducirse, a través de uno mismo, una savia universal y de que, por la estrecha reja de la cultura adquirida, pueda tocarse un infinito. No hay por lo tanto improvisación libre o, entonces, la libertad consiste en medir sus límites. En el encuentro, ensanchar en mínimo denominador común de hábitos no es posible más que por desgarro de la palabra, devastación de los territorios, trastornos de los lenguajes. En este punto, acto poético, la improvisación es un acto de resistencia."
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