"El arte de los ruidos" Luigi Russolo

El arte de los ruidos
El arte de los ruidos (L'arte dei Rumori) es un manifiesto futurista escrito por Luigi Russolo en una carta escrita en 1913 a su amigo y compositor Francesco Balilla Pratella. Russolo considera que el oído humano se ha acostumbrado a la velocidad, la energía y el ruido del paisaje urbano e industrial. Además, esta nueva paleta sonora requiere de un nuevo acercamiento a la instrumentación y composición musical. Por ello propone un número de conclusiones acerca de como la electrónica y otras tecnologías podrán permitir a los músicos futuristas "sustituir la limitada variedad de timbres que una orquesta procesa hoy por una infinita variedad de timbres que se encuentran en los ruidos, reproducidos con los mecanismos apropiados". "Nosotros los futuristas hemos amado profundamente las armonías de los grandes maestros y hemos gozado con ellas. Beethoven y Wagner nos han trastornado los nervios y el corazón durante muchos años. Ahora estamos saciados de ellas y disfrutamos mucho más combinando idealmente los ruidos de tren, de motores de explosión, de carrozas y de muchedumbres vociferantes, que volviendo a escuchar, por ejemplo, la “Heroica” o la “Pastoral”." Luigi Russol





Fragmentos de "El arte de los ruidos"

"El viento a veces aúlla con pasajes ascendentes y descendentes en un registro que no supera una quinta y continúa sobre esta variación con un arpegio en los bajos; otras veces, en cambio, se lanza hacia arriba con agudos, donde se detiene con un silbido largo y persistente. Pausa, silencio imprevisto, completo. Rápidamente retoma el silbido agudo que después, descendiendo, se transforma en un aullido bajo que se aleja. ¡Y qué maravillosa variedad de ritmos y de timbres tendremos si al viento lo acompaña la lluvia!"

"...Es verdad: el oído necesita reposo, sus facultades fisiológicas no son ilimitadas, ¡necesita reposo y silencio! Muy verdadero, sí, pero eso no ocurre solo respecto de los ruidos ni prueba que los ruidos no son musicales y no puedan devenir en música. De hecho, ¿quién quisiera tener en su casa una orquesta -aunque fuese maravillosa- que tocase continuamente, durante días, semanas y meses, las sinfonías de Beethoven?"

"Ningún músico tiene la riqueza rítmica que tienen las máquinas. Sin ir más lejos, incluso en nuestra propia casa, ¿no estamos rodeados de ruidos extraños y curiosos, de timbres indefinidos y de variaciones tonales de lo más divertidas proveniente de los caños de agua, del gas, de las estufas? ¿Quién podría afirmar que esos ruidos son más aburridos que el piano del vecino sonando desde la mañana hasta la noche?"

"Recuerdo la confesión que me hicieron los músicos que tocaron en el primer concierto de los intonarumori en Milán. Después del cuarto o quinto ensayo, comprobaban con estupor que, desarrollado el oído y adquirido el hábito de escuchar el ruido entonado y variable producido por los intonarumori, afuera, en la calle, sentían un inmenso placer al oír los ruidos del tranvía, de los autos, etc., y constatar las variaciones de tono que reconocían en esos ruidos."

"El sistema armónico temperado en cierto modo puede ser comparado con un sistema de pintura que aceptara un solo amarillo, un solo verde, un solo rojo, etc."

"El estupor por la novedad de los timbres de los ruidos y el hecho de escucharlos de manera musical producen un cúmulo de sensaciones nuevas para el oído, experimentadas en la escucha de la orquesta de intonarumori. Y es difícil que el oído se canse, porque el timbre complejo del ruido, por la riqueza de los sonidos armónicos que lo componen, tiene una indeterminación cuya estructura el oído intuye pero no se explica."

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