"Una guía para escuchar improvisación libre" Jhon Corbett
Hacer lugar versus ser dubitativo
Alguien que da un paso al frente todo el tiempo puede no estar dejando suficiente sitio para los demás. Este es otro fenómeno observable, el de hacer lugar. Si lo que alguien toca es tan cargado que resulta impenetrable, entonces puede tornársele difícil a cualquier otro encontrar una forma de participar en la música. Es como una persona que no para de hablar: elimina la parte "inter" de la "interacción". Toda clase de narcisismo y de personalidad se manifiestan en la música improvisada: es un tipo de música tan profundamente social que casi se la podría utilizar para hacer un perfil psicológico de los participantes. Pero es una forma de arte también, no solo una ventana a la psiquis de los músicos; y los intérpretes de alto vuelo utilizan esta dinámica para sus propios fines, a veces adoptan- do un personaje que es distinto del que encarnan en vida diaria. Los tímidos se convierten en fieras; los monstruos, en floreros. Un músico que en otras circunstancias sería amable puede llegar a "presionar" a sus compañeros para obtener un resultado específico, para obligarlos a dar un paso al frente, por ejemplo, o para sacar a la luz algún aspecto de lo que están tocando. Por otro lado, cuando los músicos hacen lugar para los demás, existe un umbral; una vez atravesado, esta actitud puede ex- presar una indefinición, una cortesía excesiva, a veces con resultados desastrosos. De repente, todos estarían diciendo: "No, ustedes primero por favor". La música improvisada es como un globo: necesita de un mínimo de tensión para mantener su firmeza; si se pierde esa tensión, la música revolotea sin sentido y termina fofa en el suelo.
Contrapunto
Al escuchar una improvisación a veces percibo los sonidos en términos de danza. Una en la que los bailarines no están haciendo todos lo mismo; como dije antes, no es nado sincronizado. Pero están trabajando juntos, las notas encajan perfectamente, la música se ensambla y se desensambla como una pareja que baila tango: las energías se confabulan, uno se mueve hacia adelante, el otro hacia atrás, se detienen, dan un giro y se vuelven a juntar. El concepto del contrapunto nos ayudará aquí. Utilizado por primera vez en el Renacimiento, desarrollado en la música barroca, y explorado intensamente por J. S. Bach, el contrapunto tiene que ver con la idea de que puede haber dos (o más) melodías simultáneas que se perciben como líneas independientes y, al mismo tiempo, mantienen una relación armónica. Pensemos en los cánones que cantábamos de niños en la escuela. El canon es una forma ultrasimple del contrapunto. Tengo un agradable recuerdo de escuchar en vivo al saxofonista John Zorn y al cornetista Butch Morris tocando juntos. Su interacción era increíblemente intimista, con sonidos mínimos y contrastantes destellos de alto volumen. Todo era muy oblicuo, tocado a gran velocidad, y cambiaba rápidamente. Uno podía escuchar a cada músico como una entidad, como una identidad inexpugnable, pero también había clara comunicación entre ellos, y lo que hacían encajaba sin ningún esfuerzo. A esto se lo llama "contrapunto libre", lo que quiere decir que no cumple con los requisitos armónicos del denominado "contrapunto estricto". En ningún momento Zorn y Morris tenían que tocar según una secuencia de acordes dada. Eran entidades, identidades, únicos y separados, pero ellos sabían reunir esas identidades y mezclarlas como rocas dentro de un pulidor: la fricción entre las dos identidades crea otras, nuevas y brillantes. La unión y la independencia son genomas básicos de la dinámica de la interacción en la improvisación. En algunos momentos una u otra predomina, pero la mayor parte del tiempo la cuestión es poder escuchar teniendo a ambas en mente. En el combo de la improvisación contrapuntística, la unión y la independencia encuentran su apoteosis.
Fragmento de "Una guía para escuchar improvisación libre" de Jhon Corbett
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